Seguro que cuando tú hijo sea adulto deseas que sea capaz de pensar por sí mismo, de tomar su propias decisiones de manera responsable, valorar la información que recibe, hacer valer sus opiniones con respeto, poner límites a posibles abusos de autoridad, reaccionar ante las dudas y problemas, elegir su propia vida y hacerlo desde la seguridad.
Aprender a pensar libre y críticamente no se logra, por arte de magia, al cumplir la mayoría de edad, es un proceso que comienza en la niñez y en el que los padres y/o madres juegan un papel protagonista.
El pensamiento crítico nada tiene que ver con la tendencia de querer enseñar a los niños lo que han de pensar o cómo han de pensar sobre determinadas cosas. ¡ Ojo!Es muy posible que esto ocurra porque a nosotros ya nos dieron como válidas ciertas ideas y las heredamos sin más planteamientos.
Queremos que los niños hagan las cosas como nos gusta a los adultos: los juguetes se dejan en la caja roja y no en la amarilla; la raya del pelo se peina para este lado; ese jersey no puede ir con ese pantalón… Les dejamos poco espacio para que escojan y piensen por ellos mismos, no les dejamos experimentar y equivocarse. Sin embargo, hemos de hacerlo, ¿por qué?:
-Así les enseñamos a no creer todo lo que ven y oyen, a no dar todo por verdadero y sí a cuestionarlo.
- Aprenderán a equivocarse, a levantarse y a volver a intentarlo.
-Ayuda a los niños a no sentirse presionados por el entorno, los amigos, la televisión, la moda… Es decir, a forjar su propia personalidad y carácter.
Es importante enseñar a los niños a pensar, que sean ellos los que saquen sus propias conclusiones, que encuentren su propia manera de hacer las cosas, su propia filosofía, que cuestionen lo que ven y lo que oyen. Así, si estaremos sentando las bases para que sean esos adultos críticos, comprometidos, más seguros y menos miedosos, que deseamos.
¿Cómo podemos lograr que los niños piensen por sí mismos?
1. Confía en tu hijo
Eso no quiere decir que dejes de lado tu fundamental papel de educador y cuidador. La máxima responsabilidad sobre la seguridad y bienestar de tú hijo es tuya y deberás tomar muchas decisiones por él mientras sea pequeño
Tampoco quiere decir que le dejes evaluar todos los riesgos pues, especialmente en la primera infancia, carecen de la información necesaria para hacerlo.
Los niños son muy observadores y construyen, además, su propia imagen, con aquello que les transmitimos. Si confiamos en ellos se sentirán mucho más capacitados y serán más responsables. Demostrándoles que esperamos que actúen con prudencia, inteligencia y de forma consciente les ayudaremos a hacerlo, pues, además, los niños desean complacernos. Sencillamente, confía en ellos, son muy capaces, seguro.
2. Escucha sus opiniones y deseos.
Los bebés suelen saber muy bien lo que quieren que es, al fin y al cabo, lo que necesitan, pues son todavía puro instinto. Sin embargo, a medida que crecen y desarrollan la conciencia del yo exigirán poder decidir.
Esto no será siempre posible, especialmente cuando lo que pidan sea peligroso para su integridad física o emocional. O cuando manifiesten un deseo imposible de cumplir o que consideremos inadecuado en ese momento.
Pero si habrá muchas cosas en las que vas a poder contar con ellos, escuchar su opinión y sus deseos, tomándolos en serio y valorándolos como importantes para su desarrollo. Puedes o no acceder a lo que piden o considerar que su opinión es adecuada en un determinado momento, escucharlos es fundamental. De ese modo podrás negociar y les enseñaras como se negocia.
Al contar con ellos y pedirles opinión no cedes autoridad, sino que la ganas, mostrándote respetuoso con ellos como individuos y dándoles valor.
Poder expresar sus opiniones libremente va a ser una extraordinaria enseñanza para ellos, un entrenamiento para su vida futura insustituible.
3. Da explicaciones y pide que él o ella se explique
En la medida de lo posible y adaptándonos a la edad del niño y su maduración es conveniente que abramos un diálogo en el que las opiniones y deseos del niño y las decisiones que tomemos, especialmente si no son las que él esperaba, las justifiquemos con una explicación racional y serena. Da explicaciones y permite que el niño se explique.
Esto enseñará al niño que merece ser tenido en cuenta y recibir respuestas que no sean una simple orden. No siempre van a entender las explicaciones y no siempre les complacerán, pero el simple hecho de darlas les ayuda a organizar su pensamiento, saberse valorados y estructurar sus propias argumentaciones.
Paralelamente debes dejarles expresarse libremente manifestando las razones de sus propuestas, lo que, quizá al principio sea complicado por un manejo del lenguaje en formación o una impulsividad infantil normal y sana, pero que irá mejorando con el tiempo, poniendo las bases de una relación de confianza mutua.
4. Permítele intentarlo y fallar
En ocasiones puede que la idea o propuesta de tu hijo o hija no te parezca demasiado buena, pero, si no corre peligro, es conveniente dejarle intentar llevarla a cabo, pues nada enseña más que el proponerse un reto y luchar para lograrlo. Permítele intentarlo y permítele fallar sin penalizarlo.
Habrá veces en las que te sorprenderá y resultará que tenía él razón, situación que debes reconocer y transmitirle tú entusiasmo, e incluso reconocer que tú estabas equivocado. Otras veces no funcionará bien, pero él aprenderá de su error, pues así aprendemos los seres humanos y te tocará acoger su aprendizaje con orgullo y cariño, nunca reprochándole el haberse equivocado o no haberte obedecido sin rechistar.
No le dañes emocionalmente ni le grites
Ninguna relación humana está libre de conflictos. El problema no son los conflictos, sino la manera de resolverlos y afrontarlos. En todo este proceso en el que tú hijo aprende a pensar por él mismo y a tomar sus decisiones tú actitud es fundamental para que gane seguridad y piense libre y tranquilo. El miedo a tú reacción, los insultos, burlas, chantajes o gritos no son una buena estrategia, dañan emocionalmente e impiden que se pueda pensar con lucidez. ¿No os pasa a tí lo mismo?
6 actividades para enseñar a pensar.
Leo y entiendo. Una buena actividad es comenzar con la lectura comprensiva. Leer y comprender es una base para aprender a pensar, normalmente muchos niños leen sin comprender lo que están leyendo. La comprensión supone una actividad de pensamiento fundamental para enseñarles a pensar.
Razono problemas con dibujos. Otra actividad para enseñarles a pensar, consiste en animarles a dibujar cuando tienen que hacer un problema de matemáticas. A través del dibujo se obligan a razonar los datos del problema.
Juegos de pistas. Se trata de un tipo de juegos, que les obligan a razonar para averiguar el dilema escondido a través de pequeñas pistas.
Practica en solución de problemas. Les proponemos algún problema ficticio y les mostramos la secuencia para resolver problemas: analizo la situación (¿Cuál es el problema? ¿Quiénes están implicados?), busco alternativas de solución (¿qué podemos hacer?), valoro y evalúo las diferentes alternativas, escogemos la mejor alternativa, la ponemos en marcha y valoramos los resultados.
Razono con secuencias lógicas. Se trata de usar secuencias lógicas sencillas, desde dibujos (tipo triangulo, cuadrado, triangulo, triangulo…), series numéricas (3, 6, 9,….), hasta secuencias que incluyan varias operaciones e incluso acontecimientos lógicos (tipo si hay nubes llueve, si llueve está el suelo mojado, si el suelo está mojado aparecen charcos…entonces ¿Puedo decir si hay charcos que hay nubes?).
Leo y busco el sentido oculto, pienso críticamente. Se trata de leer noticias o textos más complicados y sacar las interpretaciones o el sentido que está dando el autor al texto. A veces el mensaje implícito no es mismo que el explícito, ensayar con ellos para averiguarlo contribuye al desarrollo del pensamiento.
Y un último consejo:
Si hay algo bueno para el pensamiento es aprender del pensamiento de los demás. Los libros son obras que alimentan la inteligencia y si son buenos, también pueden llenar el corazón. Por tanto, la lectura no sólo ayuda a pensar, sino que amplía el vocabulario y ayuda expresarnos con claridad para exponer ideas y decisiones.
Decía el autor de El Principito (Antoine de Saint-Exupéry): "Sé que solo hay una libertad: la del pensamiento."