Seguro que has escuchado, o incluso visto, a niños y niñas que tienen comportamientos rebeldes de vez en cuando. Tienen berrinches, no obedecen a sus progenitores o a sus maestros, se pelean constantemente con sus compañeros o realizan actividades que conllevan cierto riesgo sin parecer realmente importarle las consecuencias. Pues bien, aunque es normal que los niños y niñas sean oposicionales y desafiantes algunas veces, de hecho, es una señal de desarrollo saludable. Existe un trastorno psicológico, que también puede ser el causante de todas estas alteraciones conductuales en los niños, el llamado Trastorno Negativista Desafiante o Trastorno Oposicionista Desafiante, por sus siglas en inglés (ODD, Oppositional Defiand Disorde)
¿Cuándo un niño tiene un trastorno negativista desafiante?
A veces, es difícil reconocer la diferencia entre un niño de carácter fuerte o emocional y un niño con trastorno negativista desafiante. Es normal observar una conducta negativista en ciertas etapas del desarrollo de un niño, por ejemplo, este tipo de diagnóstico no se debe dar, a un niño que acaba de descubrir que su nueva palabra favorita es “no”.
Los signos del trastorno negativista desafiante, por lo general, comienzan durante la etapa preescolar, en torno a los 3 años. A veces, puede manifestarse más tarde, pero, casi siempre, antes de los primeros años de la adolescencia.
Los criterios para su diagnóstico se basan principalmente en un patrón de alteraciones conductuales negativas, por un período de tiempo igual o mayor a 6 meses, de manera ininterrumpida
¿Cuáles son los síntomas característicos de un niño con Trastorno Negativista Desafiante?
No existe una causa específica que explique el origen del TND. Pero sí existen ciertos elementos que pueden desencadenar sus síntomas. Por ejemplo, un déficit, dificultad o alteración en las habilidades cognitivas, poco control sobre la esfera emocional, hábitos inadecuados de crianza y permisión parental o por el contrario, que el niño se vea sometido a castigos irracionales de forma constante.
El TND afecta a todo tipo de familias y el hecho de que existan varios desencadenantes es lo que hace que a veces sea difícil de predecir.
De hecho, según las estadísticas el 52% de los niños que presentan este trastorno no recibe ningún tratamiento, ya que se le confunde con parte del desarrollo del carácter y personalidad.
La terapia psicológica infantil es la herramienta más factible y funcional para tratar los síntomas del TND pues no solo brindan una orientación a los pequeños sobre su comportamiento y cómo controlarlo, sino que también da a los padres tips para manejar a sus hijos en cualquier situación de una manera más ventajosa.
Si tienes problemas de desobediencia en casa o a tu hijo le han diagnosticado TDN hay varias cosas que puedes hacer como madre o padre.
1. Evita los enfrentamientos
Muchas veces los jóvenes se mantendrán en sus trece si hay más gente delante, aún a sabiendas de que no van a arreglar la situación. Por eso es mejor que haya menos personas presentes y que el niño o el adolescente pueda retractarse sin quedar mal.
Si eres profesor y un alumno por ejemplo se niega a sentarse con sus compañeros, puedes decir algo como: "Me decepciona que no quieras unirte a nosotros. Hablaremos cuando se acabe la clase".
Centrándote en la actividad y no en el comportamiento en cuestión le dará la posibilidad de reaccionar de forma diferente. Este método también lo pueden utilizar los padres cuando los hermanos estén presentes.
2. Da pocas opciones
Ofrecer pocas opciones puede ayudar a evitar la desobediencia que puede seguir a la orden de uno de los padres.
Piensa en la siguiente situación: tu hijo se divierte en la piscina y a pesar de que le llamas para cenar no quiere salir del agua. Sientes que se desobedece tu autoridad como padre y pides que salga ¡YA!
Se niega. ¿Qué haces?
Puedes meterte en la piscina e intentar sacarlo (algo que podría acabar mal para ti o para ambos) o puedes ignorar el acto de rebeldía (pero entonces el niño entiende que su truco ha funcionado).
O puedes darle menos opciones. En este caso podrías decirle algo tipo:
Sé que te lo estás pasando bien y me imagino que no quieres que se acabe, pero la cena está en la mesa y me temo que tienes dos opciones: o sales de la piscina y cenas y así nos dará tiempo a ir al partido después de cenar o te quedas en la piscina y te lo pierdes. Tú sabrás.
La opción dos (nuestra consecuencia) es algo sobre lo que tienes el control (si le llevas o no al partido).
3. Ponte en su lugar
Los niños negativistas a veces se niegan a obedecer como forma de expresar su frustración o su ira o para intentar recuperar el control de su mundo. Aunque no estés de acuerdo con su punto de vista, escuchándoles sabrán que te interesa realmente saber su opinión y que, en la medida de lo posible, trabajaréis juntos para encontrar una solución.
Piensa en un adolescente que se niega a volver a casa a la hora que se le mandado. Puedes castigarle y hacer que la situación empeore o puedes preguntarle por qué quiere volver más tarde a casa, cómo se supone que le va a dar tiempo a preparar los deberes y otras tareas o cómo te vas a asegurar de que no se mete en problemas, etc.
Puedes parafrasear sus argumentos antes de lanzarte a responder para asegurarte de que has entendido su punto de vista.
4. Busca factores desencadenantes
Nuestro comportamiento siempre es una forma de comunicación. A veces nos concentramos tanto en responder al comportamiento problemático que nos olvidamos de pensar qué es lo que ha hecho que se comporten así.
Algunos de los desencadenantes están directamente relacionados con el problema en cuestión, mientras que otros, como el cansancio o los problemas con los amigos ocurren en un segundo plano, pero hacen que el niño pueda tener problemas para afrontar estas situaciones y hacer que las cosas empeoren. Una vez que hayas identificado las causas que han provocado el problema podrás diseñar un plan para afrontarlas juntos.
Digamos que tu hijo de cuatro años vuelve a casa del colegio y tira su mochila de forma violenta en su habitación. Le pides que saque bolsita del aperitivo para que puedas limpiarlo. Se pone a gritar.
En este caso tus opciones son:
> Observar: Me he dado cuenta de que has tirado tu mochila y que estás haciendo mucho ruido. Creo que estás enfadado
> Validar: No pasa nada si te sientes enfadado. A todos nos pasa a veces.
> Reorientar: La próxima vez que te enfades te importaría decírmelo y si quieres nos ponemos a hacer ruido juntos. Parece una mejor idea que ponerte a tirar tus cosas por la habitación.
Es importante tener en cuenta que este es un trastorno que puede afectar el futuro de los niños y jóvenes que lo manifiestan. Por ello os animamos a acudir a un especialista ante la más mínima sospecha.